11.28.2021

UN CUENTO DE NAVIDAD EN THANKSGIVING

 Como casi todos los años, desde que vivían en Pittsburgh, estaban invitados a cenar en casa de Diane y Henry por Thanksgiving day, una celebración que nunca existió en su vida anterior, en Venezuela, pero que se había convertido en una ocasión importante, sobre todo luego del confinamiento por la pandemia. 


Habían pasado un año casi sin salir de casa, sin encontrarse con amigos, literalmente amordazados y escondidos, hablando un lenguaje de señas cuando era ineludible pedir o dar algo. 

Ahora se abría la posibilidad de verse en persona, tal vez abrazar a la gente querida, entrar otra vez a una casa cálida y familiar donde se sentían bienvenidos. 


Ella quiso llevar un postre para disfrutar en la mesa de quienes sentían como familia y agradecer su cobijo y protección. Una torta Tres Leches venezolana sería perfecta, ya la había preparado muchas veces y tenía todos los ingredientes. La cocinaría el día anterior para evitar apuros. 

El primer merengue se dañó, no subió y terminó tirándolo por el desagüe.


Cuando la torta estuvo casi lista, se imaginó que un toque de ron exaltaría su exquisitez. Era absolutamente necesario que supiera a ron.  Pero desde hacía años en la casa no había ningún tipo de alcohol y ya era  muy tarde para salir a comprar. El invierno había llegado y aunque no eran más de las siete de la noche, la calle estaba vacía, oscura y helada. Una lástima. 

Mientras más pasaba el tiempo más se convencía de que el ron era ineludible. 


En la planta baja del edificio había un restaurante. El maître era un chico con el que se había cruzado muchas veces: él fumaba en el patio cuando ella sacaba al perro por las noches.


No lo pensó más y bajó al patio oscuro, solitario y helado, llamó a la puerta de atrás del restaurant pero nadie abrió. Había un cartel que sugería ir por la entrada principal. 

Ella dudó un poco. 

¿Cómo entrar a ese restaurant elegante para pedir un poco de ron, como una indigente? ¿Sería capaz de hacer algo así? 



Se asomó con sigilo y llamó al maître, que estaba cerca de la puerta. Él vino enseguida y le preguntó cómo podía ayudarla.  

  • Mira, qué vergüenza, estoy haciendo una torta y no tengo ron y es imprescindible que me vendas una o dos medidas. 


El chico fue hacia el bar y regresó al rato con un vasito que le entregó sonriendo. 


-¿Cuánto es? - dijo ella, agradecida. 

- Nothing. 

Happy thanksgiving day.


Cuando salió a la calle otra vez, había comenzado a nevar.



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