Los tesoros
Ya para qué. Así llaves, billetes de otros países, hasta un magnífico chandal que nunca estrenaste. Quién sabe dónde estarías ahora si hubieses cambiado un ápice algunas de las cosas que hiciste, que soñaste, que deseaste hacer y dejaste que pasara el momento. En un tiempo sí, tenías que salir de tu casa a como diera lugar y caminar por cualquier parte, buscando nunca supiste qué. Y cómo te ayudó Dios. Nunca tuviste una experiencia mala, y si la tuviste ya no lo recuerdas, lo que es igual.
Ahora andas igualmente tanteando como una ciega. Te metes por calles desconocidas, que pronto adquieren un color, un aroma, algo que está justo detrás de ti y percibes como remoto, en algún lugar del pasado estuviste ciertamente en esta acera, sobre estos adoquines, tal vez eras muy niña, siempre con ganas de encontrar esa cosa que nunca supiste qué era, lo que sí sabías es que era magnífica, única, sólo para ti. Si acaso era pequeña la meterías en un bolsillo sin que nadie lo notase, y al llegar a tu casa, o por lo menos debajo de unas tablas, bajo techo, la sacarías del bolsillo para revisar su brillo, su textura, su color. Seguramente era algo perdurable. Y si era algo muy grande, lo arrastrarías haciéndote la distraída, hasta algún escondite seguro. Luego, de noche, a lo mejor en sueños, volverías a detallar su perfil, sus valores únicos, y volverías a taparlo de la vista de otros, no sea que te lo roben. Algo realmente valioso.
Por qué no compartirlo? Que es solo para ti? Bueno, si es tuyo puedes decidir que otros también se beneficien de su valor. Unos minutos regalados de sonrisa y gusto valen la pena, ver una cara, mejor si es querida, iluminada por los rayos preciosos de algo secreto, tal vez eso sea más valioso que cualquier cosa que esté bajo tierra.
Los tesoros. Esos eran materia de guardar cuando no habías aprendido, luego quisiste que todos tuvieran una parte, porque cuanto más dabas, más grande era lo que te llegaba, no lo hacías por avaricia, es decir, no es la avaricia de antes, la de las cosas, es la avaricia de los sentidos, de los recuerdos, de soñar, de imaginar cosas, pensar en cosas mientras vas caminando por esa calle ciega, que a alguna parte tendrá que ir.
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