9.04.2017

Las Nubes



Nos acostamos de espaldas en el piso de cemento. Era una tarde de verano, casi inmóvil, no se escuchaba un solo rumor. Las hojas de los árboles se batían suavemente, en armonía perfecta.  
Durante horas estuvimos viendo el cielo altísimo y las nubes que corrían una tras otra con la brisa leve.
Pensé otra vez que el cielo era el océano, y las nubes, las olas que se repetían idénticas una tras la otra, como el tiempo que no importa si existe o es una invención.  
El vértigo me atrapó y lo recibí con gozo. Era agradable sentirse caer hacia arriba, hacia lo insondable. Estaba por fin en esa playa serena, donde nada ocurría. No podía haber nada mejor o peor, sólo estar en ese lugar, caminando en la arena, hundiendo apenas los pies en la orilla húmeda, dibujando mis huellas.
De vez en cuando una sirena me llamaba desde lo lejos y yo le respondía, alegre como una niña pequeña.