A la sospecha de que el
tiempo no es lineal, debió sumarse la observación de todo lo que nos rodea,
empezando por los planetas. Los astros en el cielo son esféricos, y de las
formas de la naturaleza ninguna hay que sea plana, recta o en ángulo perfecto,
salvo que sea muy grande y no le veamos los límites. Habrá habido alguien que
se haya detenido a ver los ciclos del tiempo. Se repiten similares una y otra
vez. Las manzanas rompen la flor y engordan invariablemente en el verano. Los
animales y otros seres de la tierra lo saben y cavan sus refugios en cuanto se
anuncia el otoño. Viene otro ciclo de oscuridad y frío, desolación y
decrepitud. Sólo los cuervos se atreven a hacer sus nidos entre la nieve y sin
embargo, hay tanta belleza en ese desolado paisaje del invierno. Pero ya sabemos,
nada es definitivo y la primavera en
algún momento vendrá a socorrernos.
He dicho que todo se repite
similar una y otra vez. Similar no es idéntico y esto completa la maravilla. No
es el tiempo circular entonces sino más bien espiralado. Parece que va en
círculos hacia adelante, imitando la forma geométrica más perfecta. De modo que
todo viene otra vez pero diferente, con alguna cosa nueva que ha recogido de
camino y uno puede maravillarse siempre, aunque esté muy viejo, porque todo
será nuevo de algún modo.