2.09.2015

Como esta tarde

Como esta tarde tengo que encontrarme con Cecilio en la torre, aprovecharé el permiso de prisión para enviarte este mensaje urgente. En realidad, sólo quería explicarte por qué anoche, entre sueños, te dije que me ahogaba.
Tú te asustaste como siempre, encendiste la luz, me trajiste agua, y no entendiste nada, como siempre. Es que me habías sacado en medio de la noche, aún envuelta en el caracol del sueño, y me habías llevado a caminar por una calle llena de brotes. Como siempre que estoy cercana a los brotes, me sentía a punto de algo extraordinario. Digamos, explotar en un montón de plumas, por ejemplo. Y mucho más porque me habías vestido con un zapato blanco y el otro amarillo.
Cuando te sonreí y te los mostré, levantando en el aire los dos pies al mismo tiempo, tú me dijiste lleno de tristeza, que se trataba de un error y que debíamos regresar muy rápido a tu cuarto.
Entonces fue que me caí. Ya la madrugada, los brotes y los zapatos habían desaparecido, y sólo me encontraba rodeada de frutos marrones y espinudos. Por eso te grité que me ahogaba.

Ahora, aunque tú te hayas reído diciendo que nada tiene importancia ya que sólo se trata de un sueño, yo quiero preguntarte algo que no ha dejado de atormentarme en todo el día: ¿por qué me diste agua cuando supiste que me estaba ahogando?




De "En caso de que todo falle" (Eclepsidra, 1997)