11.03.2012

A la sospecha de que el tiempo



A la sospecha de que el tiempo no es lineal, debió sumarse la observación de todo lo que nos rodea, empezando por los planetas. Los astros en el cielo son esféricos, y de las formas de la naturaleza ninguna hay que sea plana, recta o en ángulo perfecto, salvo que sea muy grande y no le veamos los límites. Habrá habido alguien que se haya detenido a ver los ciclos del tiempo. Se repiten similares una y otra vez. Las manzanas rompen la flor y engordan invariablemente en el verano. Los animales y otros seres de la tierra lo saben y cavan sus refugios en cuanto se anuncia el otoño. Viene otro ciclo de oscuridad y frío, desolación y decrepitud. Sólo los cuervos se atreven a hacer sus nidos entre la nieve y sin embargo, hay tanta belleza en ese desolado paisaje del invierno. Pero ya sabemos,  nada es definitivo y la primavera en algún momento vendrá a socorrernos.
He dicho que todo se repite similar una y otra vez. Similar no es idéntico y esto completa la maravilla. No es el tiempo circular entonces sino más bien espiralado. Parece que va en círculos hacia adelante, imitando la forma geométrica más perfecta. De modo que todo viene otra vez pero diferente, con alguna cosa nueva que ha recogido de camino y uno puede maravillarse siempre, aunque esté muy viejo, porque todo será nuevo de algún modo.
El hombre dejó de actuar de acuerdo con la tierra y se fue con sus razonamientos a explicarse la realidad como mejor le pareció. Y le pareció mal. Al menos eso es lo que sugieren los hechos hasta ahora.






9.27.2012

Lecturas medievales



lecturas medievales, de toda la vida. Ese mundo donde podía ocurrir lo que uno veía o alguien contaba, pero también ocurría un significado paralelo, algo de magia o de resonancias simbólicas, de sueños, de seres imposibles de constatar estando en la realidad que va acorde con el resto de las cosas y las personas normales. Si era de rezarles a los santos, a los ángeles, a quien viniera a cuento, me sentía encantada, siempre había alguien que podía rescatarme de la verdad. Porque la verdad era que en cualquier momento se sabría, se descubriría que yo no era tan buena, tan pequeña, tan inocente, la linda persona, tan niña estudiosa o colaboradora, eso tenía que saberse en el momento más insospechado y entonces existía el recurso supremo de pedirles a los angelitos que no permitieran eso. Y no lo permitieron jamás. Eso lo tengo claro.
Ahora, volvemos a la base de todo. Los cuentos medievales. Estamos retomando desde hace mucho tiempo, la realidad del cuento medieval ligado al sueño. Si, porque leo en voz alta los libros medievales justo en el momento en que ya estamos dispuestos a dormir, más apropiadamente cuando el sueño casi nos está venciendo. Entonces todas esas historias fantásticas adquieren el don supremo de entremezclarse con el sueño. Dijiste eso? Eso dice el libro? Así mismo? Me pregunta quien escucha el cuento que leo. Me despierto en ese momento y le digo que tengo que regresar unos párrafos a ver. Y no. La locura que dije no está escrita por ninguna parte. Así cuando leímos Tirante el Blanco. Qué estupendo libro, pero qué estupendos sueños también. Desearía poder compartir los sueños, que los dos soñáramos lo mismo, o por lo menos, circunstancias y escenarios y personajes vestidos de igual manera, una parte la soñaría yo, y luego, en la conversación amanecida, iríamos trenzando la solución de la historia.
Ahora, con el  invierno, la nieve en la ventana y los cuervos, estamos leyendo la saga artúrica. Hemos comenzado hace poco el tercer libro, El Cuento del Grial, con la historia de sir Perceval. Ese barco nos llevará a un puerto bueno, eso lo sé.